Aprendiendo a decir adiós

De niña, cada Navidad y Día de Reyes, mi madre nos acostumbró a mí y a mi hermano a hacer una depuración de nuestros juguetes. La mecánica consistía en seleccionar aquellos en buen estado pero que ya no jugáramos para donarlos a la Iglesia. Ella siempre nos decía que para recibir, primero hay que dar…

Al pasar los años, las enseñanzas de mi madre me acompañan y su frase, también la he interpretado como «para recibir, hay que soltar…»

Y es que dar y soltar no es lo mismo.

Lo primero, nace del corazón, sea un producto/prenda/juguete nuevo o usado, entregarlo con la convicción de que alguien más le sabrá dar uso y lo disfrutará como un día tu lo hiciste. Incluso, quizás más.

Pero soltar… Pfff. Es realmente desprendarse… es dejar ir. Aplica a personas, ideas, creencias…

Hay un contraste que a veces me cuesta comprender. A una parte de mí, le gustan los cambios, pero otra se resiste precisamente a dejar ir.

Este tiempo en casa tras la pausa mundial por el Covid-19, para mí ha sido un período de reflexión. De muchas preguntas, más que respuestas. Probablemente pase la vida entera y no halle todas aquellas que deseo. Pero meditando, recordé la anécdota de Navidad.

Dejar ir es asumir que también una parte de nosotros ha cambiado. A veces para bien, a veces para mal.

Dejar ir a alguien, no solo puede ser en el fin de una relación de amistad o amor. Sino desde tu corazón. Sin resentimientos. Sin buscar culpables.

Dejar ir una creencia, es una de las partes más complejas. No siempre a lo que nos aferramos es lo mejor ni la verdadera realidad. ¿Cómo permitir la llegada de lo nuevo si hay un escudo obstruyendo tu puerta?

Dejar ir, es quedar al descubierto. Aceptar que es momento de dar un nuevo paso. Es tener miedo. Actualmente, tengo miedo.

Un miedo muy personal a una nueva etapa. No es un miedo paralizante, pues sé que continuaré. Es solo que me cuesta decirle adiós a una parte de mí.

Decirle adiós a este capítulo es saber que no lo tendré de respaldo como excusa. Es aceptar lo que es. Caminar entera, imperfecta, humana. Disfrutar de la mujer que soy, aún no cumpla con el cliché. Por que me gustan mis manías, mis locuras, incluso mis complejos.

Hoy quiero decir adiós a esas expectativas tan personales. Las más profundas.

Hoy más que nunca valoro el aprendizaje de aquella tormenta.

Hoy quiero darle la bienvenida al amor, a ese amor.

«Imagínate que te amas a ti mismo tal como eres. Que amas tu cuerpo y tus emociones tal como son. Saber que eres perfecto tal como eres. Imagínate que vives sin el miedo de amar y no ser correspondido. Ya no temes que te rechacen y no sientes la necesidad de que te acepten. Puedes decir: «Te quiero», sin sentir verguenza y sin justificarte. Puedes andar por el mundo con el corazón completamente abierto y sin el temor de que te puedan herir».

Fragmento del Libro «Los 4 acuerdos» del Dr. Miguel Ruíz.

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Foto-Portada: Daria Nepriakhina